Hace unos 200000 años apareció una nueva especie del género Homo, el Homo Sapiens. Sin embargo, miles de años tuvieron que pasar hasta que hace 12000 tuvo lugar la revolución agrícola (domesticación de plantas y animales). Hasta ese momento -aunque con matices- podríamos decir que nos comportábamos como el resto de animales: por instinto. Y a pesar de que había cosas que se enseñaban, como qué poder comer o dónde esconderse, no fue hasta que dominamos la agricultura y ganadería cuando de verdad podemos decir que tuvo lugar un cierto proceso de enseñanza, ya que en nuestros genes no venía la forma de hacer crecer hortalizas, o de qué forma era mejor conservar el ganado. Esos conocimientos -que se fueron creando a base de prueba y error- se transmitieron de adultos a jóvenes a través de un proceso de educación.
Si bien tardamos en aprender a enseñar(nos) 182000 años, nos costó algo menos en dejar por escrito lo que pensábamos (11500 años). Ahí fue cuando, en la Grecia Clásica de Sócrates, Heráclito, o Aristóteles, comenzaron a formarse las primeras escuelas de pensamiento. La palabra educar viene de educere en latín, que significa guiar o conducir. Siguiendo con Sócrates, éste concebía la enseñanza como un método por el cual se establecía un diálogo entre maestro-aprendiz, a raíz del que se acordaban ciertas premisas como verdaderas y se llegaba a conclusiones generales (método de inducción). Es decir, el proceso de la educación era dirigido, y Sócrates pretendía "extraer" el conocimiento propio del individuo.
Por contra, la corriente empirista -encabezada por Locke o Hume- afirmaba que cada individuo al nacer era como una tabula rasa, es decir, una "tablilla sin escribir", aludiendo a que cada individuo nace sin ideas o nociones innatas, y que es la propia experiencia la que va "escribiendo" los conocimientos. Educar, pues, no sería más que una labor de escritura, o visto con otra analogía, como llenar una vasija vacía.
Así pues, en mi opinión educar debe consistir en un término medio. Un proceso por el cual nos valgamos de nuestra propia razón (Sapere Aude) para explicar el mundo que nos rodea, pero a la vez hay que ser conscientes de que ciertos conocimientos no nos son intuitivos sin una mínima explicación previa (por lo menos para una parte de la población), como por ejemplo entender un poema de Machado, resolver una ecuación diferencial por métodos aproximados, o dilucidar por qué un diamante no es para siempre. En definitiva, educar debe conjugar esa curiosidad por saber a la par que proveer de las herramientas necesarias con las que poder entender cosas más complejas con nuestro propio entendimiento.
Una vez que sepamos qué es educar, según el mismo Intelectualismo Moral socrático, educaremos bien. Sócrates confiaba demasiado en el buen hacer humano, creía de verdad que una persona que sabía lo que era la justicia, sería justa (de no serlo, simplemente denotaría que era una ignorante y que no sabía lo que de verdad era la justicia). Pero yo no soy tan naif, y considero que hay personas que actúan mal a sabiendas de que está mal (un ladrón, un asesino, un político...).
Por tanto, para mí la educación, además de proveer de conocimientos teóricos sobre diversas disciplinas, debe proporcionar una serie de valores, tales como la respeto a la diversidad y respecto al colectivo LGTBI+, hacia inmigrantes y personas racializadas, a la vez que propugnar valores democráticos y de igualdad de género. Esos son unas bases de mínimos que son condición necesaria para que emerja una sociedad más justa y, al final, más equitativa. El Estado de bienestar, mediante la Educación, ha de ser limador de injusticias y desigualdades que son inherentes al sistema capitalista en que nos desarrollamos.
Ésos son, resumido, lo que creo que es la Educación, así como los valores que ésta tiene la responsabilidad de transmitir.
Espero que al menos estas pequeñas reflexiones os hagan pensar, ¡y nos vemos en la próxima entrada!
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