Somos lo que comemos (literalmente)

 


Quiero que pienses en cuando naciste. Ese día, cuando te pesaron, alcanzarías unos 3-4 kg. Hoy, mientras lees este post, seguramente acierto al decir que pesas unos 50-90 kg más que entonces. ¿De dónde ha salido toda esa masa?

Es una pregunta tonta y casi retórica, pero que rara vez nos hacemos. Supongo que sabrás la respuesta: esa diferencia de masa se debe a lo que has comido hasta el día de hoy. Puede que te muestres indiferente ante esta revelación de Perogrullo, pero quiero mostrarte que hay algo profundo subyacente a esta idea, y es que hemos comido cosas y esas cosas han pasado a formar parte de nuestro cuerpo: del estómago, cabeza, cerebro, brazos... Muchas veces la frase mindfulness de "somos lo que comemos" nos entra por el oído igual que nos sale, nos parece bonita y ya. Pero si la piensas bien, es tan cierta que aterra por lo que implica: literalmente, somos lo que comemos.

A diferencia del combustible de un vehículo -que lo provee de energía- en nuestro caso los alimentos no sólo nos dan energía. La gasolina una vez combustionada no pasa a formar parte del coche, pero en nosotros, cuando los alimentos se degradan en nutrientes, y unos siguen diferentes rutas metabólicas (para obtener energía), y otros van a desempeñar funciones concretas en nuestro organismo mediante la creación de enzimas, músculo, reservas de grasa, proteína, etcétera. Quizás el único "nutriente" que podemos decir que es similar a la gasolina para nosotros es el agua, aunque como sabemos también pasa a formar parte de nosotros (estamos compuesto por un 70% agua aproximadamente, y toda esa cantidad no ha salido de la nada).

Ésa es la razón por la cual la alimentación es la actividad más importante que hacemos en nuestro día a día, pues lo hacemos de varias veces (de 3 a 5, generalmente) y vemos que es la acción que más influye en cómo nos vamos a desarrollar tanto a nivel anatómico como fisiológico. 

Voy a intentar hacer una analogía que resuma todo lo anterior de una forma más intuitiva. Imagina que quieres construir una casa. Para ello necesitas materia prima con la que construir ladrillos. Ahora bien, si quieres una casa buena que sea robusta y que proteja del frío y del calor, entonces tendrás que prestar atención a los materiales que uses. Así, si utilizas madera seguro que construirás la casa, pero quizás si viene una lluvia fuerte o un vendaval, tu propiedad sufrirá daños. En cambio, si optas por un material mejor, que no tiene que ser necesariamente más caro, como el adobe o el hormigón, tendrás una casa de una mejor calidad. Ahora, donde leíste materia prima cámbialo por "alimento", ladrillo por "nutriente", y casa por "organismo". 

Por eso es tan importante llevar una alimentación saludable, en la que incluyamos alimentos que nos aporten nutrientes interesantes (como el pescado, las legumbres, cereales integrales, hortalizas y vegetales...), en vez de alimentos superfluos repletos de nutrientes insanos, como la bollería industrial, las bebidas azucaradas, o las carnes procesadas. En definitiva, la diferencia entre una alimentación sana y otra que no lo es estriba en la calidad de los nutrientes (lo buenos que son los ladrillos que empleemos). Porque evidentemente querremos construir nuestra vivienda con los bloques de la mejor calidad. 

Y ésto es un proceso permanente, cada día reponemos los bloques viejos o añadimos otros nuevos, ya que nuestro cuerpo necesita renovar enzimas, proteínas y células de forma constante. Es por eso que tenemos que alimentarnos varias veces al día. Pero cuando abusamos de productos de calidad nutricional baja, lo que hacemos es reponer o añadir bloques que, tarde o temprano, su bajo pedigrí afectará a nuestra salud (como por ejemplo el exceso de azúcar, sustancias nitrogenadas y sales en embutidos, grasas trans, etcétera), de la misma forma que la madera conque construíamos la casa.

Hay que ser conscientes de lo que comemos, y hay que cuidar nuestra salud a través de una buena alimentación. No está mal que comáis cosas poco saludables, pero la máxima que deberíais seguir es "reducir al máximo su consumo" y cuando te apetezca, comerlas y disfrutarlas. Porque claro, el problema está en que lo que es malo para el cuerpo suele saberle muy bien al paladar (el trabajo de la Industria es hacer productos superfluos que estén ricos y muy baratos para que la gente los compre).


Con esta entrada espero que hayáis salido con una idea de cómo es el proceso a través del cual metabolizamos los alimentos que ingerimos, y éstos pasan a formar parte de nosotros, aunque se hayan sobresimplificado muchos aspectos que en el fondo son  más complejos.









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